lunes, 15 de abril de 2013

El ocaso de los ídolos

Grande es el sobresalto y la expectativa cuando se anuncia la llegada al país de figura legendarias de la música, gigantes no sólo por el legado que dejaron a las futuras generaciones, sino también leyendas por aún seguir de gira. Entre estos casos, hoy tenemos que evocar a uno de los padres del rock: Chuck Berry.
El virtuoso guitarrista que supo cosechar elogios de, entre otros, John Lennon y que sirvió inspiración para  monstruos como los Rolling Stones o AC/DC, tuvo su encuentro con el público argentino anoche (14/04) en el mítico estadio Luna Park. Las entradas oscilaban entre $250 las plateas sin numerar hasta los $950 el vip de la 1era a la 5ta fila y por el tipo de espectáculo, más de uno podría haberse presentado en la boleteria para reclamar el importe del ingreso. 

Portando 86 años de edad, una carrera musical fructuosa y un nombre que es sinónimo de virtuosismo a nivel mundial, fue embarcado en un gira sudamericana que lo tuvo el 12 en Curitiba (BR), anoche en Buenos Aires y en fechas consecutivas Montevideo (UY) el 15/04 y Santiago (CHI) 16/04. Si bien el músico, a su edad, se encuentra en constante movimiento, quienes presenciaron sus últimos shows notaron el desgaste de las décadas en su performance. Tal como se puede ver, la presentación en Brasil penduló entre el desastre y la vergüenza. 

Sobre el escenario del Luna Park anoche, la banda que acompañó ayer a Chuck Berry pareció unir fuerzas para brindar un revival de los grandes hits y salvar el espectáculo del bochorno. Pero no alcanzó. Eran sus hijos Charles Berry Jr. (en la guitarra) e Ingrid Darlin Berry-Clay (en la armónica y los coros; con cartera al hombro toda la noche), sumados al bajista James Lee Marsala, el tecladista Robert Johnson Loht y el baterista Keith Robinson.

Las elocuentes imágenes hablan del deteriorio lógico de una persona que ya vivió demasiado y que en los tiempos que corren no tiene ninguna necesidad de mostrar credenciales en un escenario. No obstante, no se entiende la lamentable exposición a la que se lo somete. Quizás sea mejor, en algunos casos, conservar el recuerdo de una leyenda viva y no tener que enfrentar la cruda realidad de asistir al ocaso de un ídolo. 

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